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La inflación es un aumento generalizado del nivel de precios. La inflación reduce los incentivos para que la gente mantenga dinero en efectivo porque, si el nivel de precios crece, el efectivo pierde valor a lo largo del tiempo. Es decir, disminuye la cantidad de efectivo. En casos extremos, la gente deja de utilizar el efectivo y vuelve al trueque.

A corto plazo, los movimientos de la inflación están estrechamente relacionados con el ciclo económico. Cuando la economía está deprimida y es difícil encontrar puestos de trabajo, la inflación tiende a disminuir; cuando la economía está en auge, la inflación tiende a aumentar.

A largo plazo, por el contrario, el nivel general de precios está determinado principalmente por la oferta monetaria, la cantidad total de activos que pueden utilizarse fácilmente para adquirir bienes.

Los índices de precios son también la base para medir la inflación. La tasa de inflación es la variación porcentual anual de un índice de precios oficial.

La queja más habitual de la inflación, un aumento del nivel de precios, es que hace que todo el mundo sea más pobre, una cantidad menor de dinero puede comprar menos bienes. Pero la inflación no hace más pobres a todos.

La conclusión de que el nivel de precios no importa podría hacernos pensar que la tasa de inflación tampoco importa. Pero esto no es así.

Los economistas creen que las tasas altas de inflación imponen costes económicos considerables. Los más importantes son: costes en suela de zapatos, costes de cambio de menú y costes de unidad de cuenta.

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