La reacción legislativa frente a estos peligros se inicio con medidas de protección no a la Naturaleza en general, sino al patrimonio concreto de los agricultores para resarcirles por los daños producidos en arbolado y siembras, por los humos, gases y sublimaciones procedentes de los hornos de una oficina de beneficio. Estas indemnizaciones se fijaron en forma administrativa.
A estas medidas siguieron otras, motivadas por el deterioro de los ríos en las provincias de Santander y Vizcaya, sobre arrendamientos y ocupación de los cauces públicos con los líquidos procedentes del lavado de minerales o con los residuos de las fábricas, medidas que se recogieron en el Reglamento de Policía Minera y Metalúrgica de 1934.
La Ley vigente de 1973 impone medidas protectoras al medio ambiente más generales. Además las infracciones de esas condiciones determinan la imposición de sanciones y, eventualmente, la caducidad del título que ampara la actividad minera.
Las Comunidades Autónomas y los municipios han querido participar en la cruzada medioambiental, lo que ha provocado diversos conflictos con el Estado, conflictos que, al ser resueltos por el Tribunal Constitucional o el Tribunal Supremo, han dado lugar a una importante doctrina jurisprudencial.
La sentencia del Tribunal Constitucional 64/1982 enjuició la Ley 12/1981, del Parlamento de Cataluña, y declaró inconstitucional la prohibición en un extenso espacio de las actividades extractivas con la finalidad de proteger el medio ambiente.
Otro conflicto lo han originado las potestades urbanísticas de los municipios, utilizadas por éstos para impedir, mediante las denegaciones de licencias y la suspensión de actividades, determinadas explotaciones mineras presuntamente degradatorias del medio. Las sentencias del Tribunal Supremo que resuelven los oportunos recursos parten de que el otorgamiento de un título minero por el órgano competente no excluye la necesidad del sometimiento previo de las explotaciones al control urbanístico, mediante la correspondiente licencia municipal.
