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Los términos ética y moral suelen ser utilizados en el lenguaje cotidiano con escasa precisión, como si fuesen estrictamente equivalentes. No es así. Cada uno traduce los modos de comportamiento y costumbres de una manera particular.

En cualquier caso, una nota común es evidente: los dos términos suelen incluirse bajo el denominador común de lo práctico, por oposición a lo teórico. Tanto la ética como la moral son discursos prácticos. Esto les distingue de los "discursos" teórico-científicos. Digamos que mientras que el "discurso" científico se limita a comprobar o a verificar una realidad que está perfectamente dada, el discurso práctico conduce a la realización de una acción que produce cambios en el mundo.

Según la distinción de Paul Ricoeur:

  • la ética se reserva para referirse a la aspiración de una vida cumplida bajo el signo de acciones consideradas desde la perspectiva de lo bueno,
  • y la moral para el campo marcado por las normas, las obligaciones, las prohibiciones, caracterizadas a la vez por una exigencia de universalidad y por un efecto de coerción; en suma, consideradas desde la perspectiva de lo obligatorio.

Es decir, la ética es teleológica, y la moral deontológica. La primera se mantiene en el ámbito de la filosofía aristotélica y la segunda, de la kantiana.

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