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No es posible comprender la realidad política, tanto del mundo antiguo como del tiempo presente, sin conocer los conceptos jurídicos que como premisas básicas regulan la vida social y establecen el orden político. Grecia y Roma encarnan las primeras realidades políticas de la Historia de la Humanidad, en las que sus respectivas comunidades políticas rigen la convivencia social por un conjunto, bastante riguroso y completo, de normas jurídicas. Así, con matices, puede decirse que son las primeras manifestaciones de un incipiente Estado de Derecho.

En el mundo griego, sobre todo en el modelo democrático ateniense, existe un respeto casi sagrado a lo preceptuado en la Ley. En este sentido se afirma: "Hay que defender la Ley como quien defiende las murallas de la ciudad". Píndaro llega a aseverar: "La Ley reina sobre todos los seres, lo mismo sobre los mortales que sobre los inmortales".

La Ley, que en la etapa de esplendor democrático, es la máxima expresión de voluntad popular, se forma con la voluntad de aquellos que tienen derechos de participación en los asuntos públicos. En este sentido, en la Grecia clásica existe la conciencia de que la soberanía recae más en la Ley que en la persona de quienes ostentan, en cada momento, las funciones de gobierno.

Además, se consideraba que la Ley había sido promulgada para lograr una mejor convivencia entre los hombres, elevar el nivel de moralidad pública, proteger los derechos fundamentales de las personas, evitar la violencia y la arbitrariedad. Esta fórmula se convertiría con el paso del tiempo en el fundamento de todos los sistemas políticos de Occidente.

Ahora bien, en Grecia no puede entenderse la Ley sin referirla a la justicia, diké. Y si la República romana toma el relevo en el ideal democrático ateniense es evidente que la gran aportación de la civilización romana a la posteridad es su prodigiosa creación jurisprudencial del Derecho.

Desde Roma, ius y Lex no se confunden sino que se presentan como categorías que deben ser diferenciadas, si bien se encuentran inexorablemente concatenadas. Además si la Ley griega no podía desvincularse del ideal de justicia, Roma, que tiene la virtud de juridificar todo lo que toca, adopta la concepción de justicia y la dota de un contenido jurídico del que hasta entonces carecía.

Por otra parte, a Roma se debe en gran medida, la forma de organización del poder político; la ordenación territorial y presencia del poder de la Metrópoli en los pueblos inicialmente conquistados y después romanizados, es decir incorporados plenamente a las formas de vida de la civilización romana. A Roma debemos referirnos para encontrar una estructura administrativa que conforma el núcleo de "lo público" como expresión de lo que pertenece al Populus.

Por ello, las tres nociones y conceptos que se formaron en la Antigüedad y que, después de un largo desarrollo y evolución, llegaron hasta nuestro tiempo como categorías son: la Justicia, el Derecho y la Ley.

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