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1.1.Caracteres generales

A)Política económica y crisis

El proceso de formación de los Estados occidentales coincidió en Europa con el triunfo de una concepción económica de carácter autárquico, el mercantilismo, que partiendo del débil desarrollo del crédito y de la carencia de un sistema bancario, trató de lograr la prosperidad en función del intervencionismo, del papel principal de la moneda en metálico, y sobre todo de la acumulación de reservas de metales preciosos.

La política mercantilista de los Reyes Católicos estuvo determinada por cuatro medidas. En primer lugar, por el monopolio del oro y la plata, controlando la extracción de las minas y los puertos de embarque y desembarque. En segundo lugar, por la protección de la ganadería lanar como fuente de riqueza. De otra parte, por el fomento de la industria textil, consolidando las estructuras gremiales y prohibiendo la importación de determinados tejidos. Finalmente, por el estímulo del comercio, tanto del interior, con la mejora de la red de comunicaciones, como del exterior, a través de las leyes de navegación que prohibían embarcar mercancías en naves extranjeras mientras hubiera españolas disponibles.

B)Los arbitristas y sus proyectos de reforma

Durante el reinado de Felipe II una serie de teóricos de la Escuela de Salamanca reflexionaron acerca del proceso de declive económico de la época. Entre ellos, Ortiz propugnó la retención de las materias primas, que no debían ser exportadas, con lo que se lograría el fomento de la industria nacional, asegurada a su vez con una correlativa restricción de las importaciones. Defendió asimismo la potenciación de la agricultura, la revalorización social del trabajo manual y la retención de los metales preciosos. Por otra parte, Azpilcueta formuló la "teoría cuantitivista" de la moneda, explicando la relación entre el encarecimiento de los precios y la abundancia de la moneda en mercado.

Entre un sinfín de opúsculos, memoriales y panfletos, donde muchos aventuraban "soluciones" a la crisis nacional, incidieron en problemas muy concretos. Otro teórico se preocupó por el desajuste de los gastos e inversiones, y otros insistieron en la conveniencia de prohibir la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados.

1.2.Las fuentes de riqueza

A)Economía agropecuaria

La agricultura y la ganadería fueron sectores económicos complementarios. Los sistemas "de cultivo y vez" o "de año y tercio" consistentes en alternar cada año el cultivo con el barbecho o en obtener una cosecha trienal a costa de dejar dos años la tierra sin sembrar, permitían la armonía del desarrollo agrícola y ganadero. No obstante, la preocupación de los Reyes Católicos por fomentar el comercio lanero les llevó a dictar una serie de disposiciones que ocasionar serios perjuicios al ramo agrícola.

Los cereales y en especial el trigo, fueron eje de la economía agraria. España se convirtió en la primera mitad del siglo XVI en uno de los dos imperios trigueros del Mediterráneo. Ante una demanda en alza, subió el precio del trigo y todavía más del vino y el aceite. Tales perspectivas dieron lugar a una notable preocupación por roturar los campos. El movimiento roturador convirtió así a muchas de aquellas tierras en propiedad privada y facilitó la formación de grandes propiedades.

Los años centrales del XVI marcan el apogeo de la producción cerealística. Desde 1502 los precios del trigo, el centeno y la cebada, fueron objeto de tasación oficial. El alza de precios restó posibilidades de exportar lana, con lo que se retrajo la producción ganadera. En 1677 los precios del grano alcanzaron su punto culminante. Destacaron también regiones vitícolas y el olivo constituyó una fuente fundamental de riqueza.

B)Industria y comercio

La política proteccionista de los Reyes Católicos hizo posible un notable florecimiento industrial, al evitar la salida de materias primas y cerrar el comercio interior. En el mundo textil, la marcha de los conversos, que constituían la clase artesanal, trató de ser remediada atrayendo obreros de Flandes e Italia.

El trabajo metalúrgico alcanzó notable envergadura en el norte, mientras que la producción de seda se centró en Granada, y la pañera en Castilla, Aragón, Cataluña y Baleares.

La industria metalúrgica se centró principalmente en el País Vasco. Parte del hierro era consumido por la propia industria de Guipúzcoa y Vizcaya, así como también era habitual que el excedente saliera de forma fraudulenta a Francia. El cobre era traído de Suecia y Alemania. Con el decrecer de la producción metalúrgica nacional, hubo que importar herramientas e incluso útiles de armamento, producción a la que se había dedicado Guipúzcoa.

La industria sedera se agrupó en diferentes gremios y tuvo especial relieve en Almería, Málaga y sobre todo, en Granada.

La industria de paños logró extraordinario auge en la primera mitad del siglo XVI, proyectándose tanto al tráfico interior como a los mercados europeos. El próspero comercio de la lana fue controlado por grupos de mercaderes.

Tan optimista panorama lo fue menos al concluir en el XVI, entrando en crisis en la centuria siguiente.

El comercio exterior de proyectó en las tres grandes áreas de la Europa nórdico-occidental, el Mediterráneo e Indias. El comercio atlántico hubo de desenvolverse en un clima de confrontaciones bélicas, especialmente agudas con Inglaterra y con los Países Bajos.

La empresa del comercio con las indias partió del principio de vender en América productos de consumo a alto precio en un régimen no competitivo. El control comercial se aseguraba con el tráfico exclusivo de las mercancías en Nueva España y Perú.

Los asaltos de piratas obligaron a España a establecer un sistema de flotas, dictándose desde entonces una copiosa serie de disposiciones a fin de regular ese tráfico marítimo.

Más grave fue el comercio directo de los contrabandistas, que podían situar en América mercancías a inferior precio.

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