Resulta evidente que los sectores poco competitivos tendrán que reconvertirse y sobrevivir en un mundo en el que la libertad de comercio sigue ganando terreno, en detrimento de pasadas políticas proteccionistas.
La liberalización del comercio de productos agrarios puede beneficiar a los países en desarrollo, como también el acuerdo sobre textiles, el consenso sobre subvenciones y la libre comercialización de productos siderometalúrgicos y de servicios navieros.
La liberalización también beneficia a quienes poseen el capital y los centros de producción allá donde se encuentren.
El Acuerdo beneficia a los países industrializados, antiguos y nuevos y empobrecerá a los menos desarrollados debido a las reducciones arancelarias y a la mayor apertura de sus mercados.
Estamos ante un nuevo modelo social y económico, en el que ni el capital ni el trabajo son ya los únicos factores creadores de riqueza.
Es muy positivo que la organización tenga vocación de arbitrar en los conflictos comerciales internacionales y evitar las medidas unilaterales que por definición son contrarias al principio fundamental de la OMC, el multilateralismo.
Además siendo muy importante y positivo el nuevo marco institucional del comercio internacional asentado con el Acuerdo de Marrakech, parece que tampoco podía regular y controlar los nuevos y grandes desafíos de la economía mundial. Recordemos las referencias del debate.
Los problemas sociales (la cláusula social)
Desde diversos medios sociales y políticos se defendía el mantenimiento e incluso el fortalecimiento de las barreras comerciales para combatir la brutal competencia desleal de los bajos salarios de los países del Tercer Mundo.
Tanto en los países del Tercer Mundo más subdesarrollados como en los países emergentes su producción se asienta en una mano de obra muy barata, nada conflictiva, sobreexplotada hasta niveles inaceptables éticamente; las empresas que se asientan en esos países obtienen importantes ayudas de los gobiernos locales para que inviertan, produzcan, vendan y exporten desde allí, generando la denominada "deslocalización de industrias" y de los centros de producción, el cierre de factorías en Europa occidental y el consiguiente paro, la regresión de la protección social y la alarma social y política, junto a la amenaza de que nos exporten sus sistemas socioeconómicos.
Finalmente no se retuvo la "cláusula social" en el Acta Final de la Ronda Uruguay, ni aparece tampoco en la Agenda de Doha, ante la violenta hostilidad del Tercer Mundo que veía en ella una traba proteccionista para impedir su despegue industrial.
La dimensión ecológica en las reglas del libre comercio
Es evidente que la conservación del medio ambiente preocupa a las sociedades de los países más desarrollados.
Por el contrario, en los países del Tercer Mundo, especialmente en los que buscan una competitividad ilimitada con precios muy bajos, esa inquietud es menor o nula y algunos llegan a considerar que la dimensión ecológica de la producción es una traba más que Occidente desea poner a su productividad competitiva y a su desarrollo emergente.
Ciertamente, la protección medioambiental no debe ser utilizada como coartada para la adopción desproporcionada de medidas restrictivas del comercio que no tengan otra finalidad que el logro del desarrollo sostenible y en el marco de medidas colectivas de respeto a los acuerdos internacionales sobre conservación y anticontaminación.
Globalización de la economía
Las compañías transnacionales, se han convertido en poderosos canales de transferencia de tecnologías y sistemas de gestión empresarial, que antes le estaban vedados a numerosos Estados.
La inversiones directas en el extranjero que hacen las empresas reemplazan a la exportación de mercancías y están creciendo más que el propio comercio internacional.
Igualmente, no se debe desmesurar los efectos del libre comercio, ya que la especulación en los mercados financieros moviliza más recursos en cualquiera de sus grandes operaciones que el comercio internacional.
A ello hay que añadir el abaratamiento, rapidez y fiabilidad de las comunicaciones y de los transportes internacionales, perdiendo relevancia el factor geográfico a la hora de producir bienes e incidiendo en la creciente especialización regional del trabajo.
En definitiva, la localización de la producción se decide en función del abaratamiento de la mano de obra, las menores cargas fiscales y la menor protección medioambiental. Por tanto, la apertura plena del comercio, los servicios y la inversión no se está haciendo sin consecuencias para los países occidentales y los del Tercer Mundo al no haberse encontrado ni posiblemente buscado un equilibrio entre el respeto al pacto social sobre el Estado del bienestar y la cruel explotación del Tercer Mundo.
Los grandes bloques regionales
Por otro lado, el comercio internacional se ha ido regionalizando mediante bloques económicos de diversa índole.
El comercio entre miembros del bloque se incrementa notablemente, hasta el punto de que a partir de ciertos niveles de desarrollo se concentra en el comercio regional o busca su expansión mediante instrumentos diversos entre las regiones más próximas geográficamente con las finalidades más diversas: evitar las distorsiones sociales, estabilizar su desarrollo y suscitar sinergias a largo plazo.
El comercio entro los miembros de cada bloque queda fuera de las reglas del GATT por lo que el valor de comercio fuera de esos bloques sujeto al GATT es cada vez menos significativo.
Todo ello lleva a un nuevo contexto con interrelaciones comerciales muy numerosas y la multiplicación obsesiva de los ámbitos "supranacionales" comerciales. Frente al exterior dichos ámbitos pueden degenerar en un proteccionismo de nuevo cuño, trasladando a las nuevas fronteras las que antes había al nivel nacional.