La inflación puede imponer costes a la economía, pero no de la forma que cree la gente.
3.1. El nivel de precios no importa...
La queja más habitual de la inflación, un aumento del nivel de precios, es que hace que todo el mundo sea más pobre, una cantidad menor de dinero puede comprar menos bienes. Pero la inflación no hace más pobres a todos.
El salario real es le salario dividido entre el nivel de precios.
La renta real es la renta dividida entre el nivel de precios.
El nivel de precios no importa: los Estados Unidos de América no serían un país más rico que lo que es ahora si el nivel general de precios siguiera siendo tan bajo como en 1961; de la misma forma, el aumento de precios de los últimos años, no ha hecho que el país sea más pobre.
3.2. ...pero la tasa de variación de los precios sí
La conclusión de que el nivel de precios no importa podría hacernos pensar que la tasa de inflación tampoco importa. Pero esto no es así.
Los economistas creen que las tasas altas de inflación imponen costes económicos considerables. Los más importantes son: costes en suela de zapatos, costes de cambio de menú y costes de unidad de cuenta.
A) Costes en suela de zapatos
La gente mantiene dinero, en efectivo en sus carteras como en depósitos bancarios. Una tasa de inflación alta, sin embargo hace que la gente mantenga menos dinero, porque el poder de compra tanto del efectivo como el de los fondos depositados en las cuentas corrientes se va erosionando continuamente a medida que el nivel general de precios aumenta.
Brasil padeció una hiperinflación en los primeros años de la década de 1990. El poder bancario creció, llegó a representar el 15% del Producto Interior Bruto.
El aumento de los costes de las transacciones causado por la inflación se conoce con el nombre costes en suela de zapatos una alusión al desgaste de los zapatos debido a esos desplazamientos adicionales que tiene lugar cuando las personas intentan evitar mantener dinero. Los costes en suela de zapatos son importantes en las economías con inflación muy elevada.
B) Costes de cambio de menú
Los costes de cambio de menú son los costes reales de cambiar las listas de precios. Si hay inflación, las empresas se ven obligadas a cambiar sus precios más a menudo de lo que lo harían si el nivel general de precios fuera más o menos estable. Esto significa costes más altos para el conjunto de la economía.
En tiempos de inflación muy alta, los costes de cambio de menú pueden ser considerables.
Los costes de cambio de menú también existen en las economías con baja inflación, pero no son graves. Cuando la inflación es baja, las empresas pueden actualizar sus precios solo esporádicamente, como ocurre en las economías con inflación alta o con hiperinflación. Además con los avances tecnológicos los costes de cambio de menú son cada vez menos importantes, porque los precios se pueden cambiar electrónicamente y cada vez hay menos tiendas con etiquetas precios pegadas a los productos.
C) Costes de unidad de cuentas
Hoy en día fijamos los contratos en términos monetarios, hacemos nuestros cálculos económicos en términos monetarios, planificamos presupuestos, hacemos estimaciones de nuestro negocio.
Esta función del dinero como base de los contratos y los cálculos se llama función de unidad de cuenta del dinero. Esta función puede ser degradada por la inflación que hace que el poder de compra del dinero varíe a lo largo del tiempo. La consecuencia, afirman muchos economistas, es que se reduce la calidad de las decisiones económicas: la economía, en conjunto, hace un uso menos eficiente de sus recursos por la incertidumbre causada por los cambios de valor de la unidad de cuenta, el dólar. Los costes de unidad de cuenta surgen del hecho de que la inflación hace que el dinero sea una unidad de medida menos fiable.
Los costes pueden ser importantes en el sistema fiscal, porque la inflación puede distorsionar las medidas de renta sobre las que se recaudan los impuestos
3.3. Ganadores y perdedores con la inflación
Una tasa de inflación elevada impone costes económicos globales. La principal razón por la que la inflación algunas veces beneficia a unos y perjudica a otros, es que las transacciones económicas frecuentemente implican contratos que se extienden a lo largo del tiempo, tales como los créditos, y esos contratos están definidos en términos nominales, en términos monetarios.
En el caso de un crédito, el prestatario recibe al principio cierta cantidad de fondos, y el contrato de crédito especifica el tipo de interés del mismo y cuándo debe pagarse. El tipo de interés es la rentabilidad que recibe un prestamista por permitir que los prestatarios utilicen sus ahorros durante un año, calculada como porcentaje de la cantidad prestada.
Los economistas, resumen el efecto de la inflación sobre los prestatarios y los prestamistas distinguiendo entre el tipo de interés nominal y el tipo de interés real. El tipo de interés nominal es el tipo de interés expresado en términos monetarios. El tipo de interés real es el tipo de interés nominal menos la tasa de inflación.
Cuando un prestatario y un prestamista hacen un contrato de préstamo, el contrato se escribe, normalmente, en términos monetarios, el tipo de interés que se especifica es un tipo de interés nominal. Pero cada participante en un contrato de crédito tiene una expectativa sobre la tasa de inflación futura, y, por tanto, una expectativa sobre el tipo de interés real del crédito. Si la tasa de inflación observada es mayor que la esperada, los prestatarios o deudores ganan a expensas de los prestamistas o acreedores: los prestatarios devolverán su crédito con fondos que tienen un valor real menor que el que esperaban. Por el contrario, cuando la tasa de inflación es menor que la esperada, los acreedores ganarán en perjuicio de los deudores: los prestatarios deben devolver sus créditos con fondos que tienen un valor real mayor que el que esperaban.
En la economía moderna, los créditos hipotecarios para adquirir viviendas son la fuente más importante de ganadores y perdedores con la inflación.
El hecho de que las ganancias para unos y las pérdidas para otros generadas por la inflación dependan de que esta sea mayor o menor que la esperada, hace que surja además otro problema: la incertidumbre acerca de la inflación futura desanima a la gente a firmar cualquier tipo de contrato a largo plazo. Este es un coste adicional de una inflación elevada, porque las altas tasas de inflación son generalmente difíciles de predecir. En países con una inflación alta o incierta, los créditos a largo plazo, son muy poco frecuentes.
Un último punto: una deflación no esperada, una caída de los precios, también crea ganadores y perdedores. Entre 1929 y 1933, en Estados Unidos de América cuando la Gran Depresión, el Indice de precios de consumo cayó un 35%. Esto significo que los deudores, sufrieran un fuerte incremento del valor real de sus deudas, lo que causó numerosas quiebras y creo una crisis bancaria cuando los prestamistas se encontraron con que sus clientes no podían devolver sus préstamos.
3.4. La inflación es fácil; la desinflación es dura
Desinflación es el proceso de reducción de la tasa de inflación.
Los economistas creen que estos periodos de alto desempleo que deprimieron la economía de vez en cuando fueron necesarios para reducir una inflación que se había asentado profundamente en la economía. La mejor manera de no tener que someter a la economía a la experiencia de pasar por un exprimidor para reducir la inflación es, sin embargo, empezar por evitar tener un grave problema de inflación.