2.1. Los militares en la España del XIX
A) Reinado de Fernando VII
El gran movimiento insurreccional de 1808 tuvo como protagonista un ejército popular, novedad en la Europa del XIX, identificándose éste con el espíritu nacional. Concluida la guerra el problema era doble: había que organizar un ejercito de tropas enroladas de forma estable, sin aquella subordinación al monarca, que defendiera la nueva soberanía nacional, pero también formadas por milicias populares para casos especiales.
La Constitución de Cádiz ordenó las fuerzas militares en dos grandes clases: Las tropas del continuo servicio, que era un ejercito permanente para la defensa exterior y la conservación del orden interno; y las milicias nacionales, reclutadas esporádicamente sin misión concreta.
El segundo problema era institucionalizar en la paz a las tropas que habían salido victoriosas de la guerra, constituyendo dos ejércitos: los soldados y cuadros militares propiamente dichos y el aluvión de paisanos que se habían militarizado. Todos sumaban unos doscientos mil, de ellos dieciséis mil eran oficiales de muy diversa extracción y procedencia.
En el periodo absolutista 1814-1820, Fernando VII redujo la tropa regular hasta sesenta mil, de los cuales seis mil oficiales estaban adscritos al absolutismo, tras el paréntesis del Trienio, y otros cien mil eran "hijos de San Luis". Los absolutistas, garantizaban la permanencia del monarca en el poder, mientras que los liberales garantizaban que no padeciera duras represalias.
En la década ominosa se intentó reconstruir una especie de milicia conservadora, con un sistema de purificaciones (exigiendo determinadas pruebas de afecto y lealtad al rey), a quienes habían servido en el Trienio.
B) La época Isabelina y el régimen de los Generales
Con el conflicto dinástico a la muerte de Fernando VII, intervino el ejército en la situación política, con unos cuadros de oficiales que se alinearon con Isabel II, y con Don Carlos, los generales depurados tras los sucesos de la Granja con Zumalacárregui al mando. Se abre un largo periodo desde el acuerdo de Vergara 1839 y la Revolución de 1868, en que los generales dirigen la vida política.
Los protagonistas son Espartero, Narváez, O'Donnell y Prim, por la convicción que mientras no estuviera normalizada la situación, la dirección del gobierno estaría mejor en manos de militares de prestigio, defendiendo el ordenamiento legal con generales liberales o constitucionalistas.
C) El sexenio democrático
Tras la Revolución de 1868, la Constitución del 69, y la etapa de transición de Amadeo de Saboya, el sistema militar se encuentra con la República, cuyo Directorio tenía la previsión de licenciar a soldados y cabos de diferentes institutos, armar a la milicia nacional, así como la creación de los "voluntarios federales" y la ocupación sobre los efectos de la guerra del Estado. El proyecto de Constitución federal pretendió un ejercito nacional, distribuido según las necesidades del servicio. Junto a la violencia social en el sur, en Cataluña se produjeron brotes secesionistas e incluso graves actos de desgobierno y anarquía en sectores castrenses. Todo esto provocó el acto de fuerza del general Pavía en 1874, con un golpe de Estado para detener, según él, la inminente ruina del orden político.
D) La Restauración
Preparada por el proyecto político de Cánovas del Castillo, tras el episodio castrense de Sagunto, se intentó desde entonces apartar al ejército de la política. La nueva generación de generales pasó de defensores de la izquierda a custodios del orden conservador. El desastre colonial, con unas tropas saturadas de oficiales, exigió una reforma del ejercito, que de hecho no se hizo hasta la Ley de retiro de Azaña, en la Segunda República.
2.2. Organización
A) Organización y Armas
A la cabeza de la organización castrense figuraba el rey. La Constitución de Cádiz ya le atribuyó el mando de los ejércitos y la provisión de todos los empleos militares. Por debajo se encontraba el ministro de la Guerra, existiendo varias comisiones de generales como órganos consultivos, y cada una de las Armas contaban con su propio director general. España quedó dividida en siete regiones militares, dos capitanías generales y dos comandancias militares.
Las Armas quedaron compuestas por Infantería y Caballería, y éstas, a su vez, por Artillería, Ingenieros y Estado Mayor para el estudio de tácticas, estrategias y evaluación de la fuerza extranjera.
Para la enseñanza hubo a lo largo del siglo varias academias militares que se refundieron en la Academia General militar con base en Toledo y ya en el siglo XX, con Primo de Rivera, en Zaragoza.
B) Las milicias y la Guardia Civil
Surgidas en la Guerra de Independencia y sancionadas por la Constitución de 1812, las antiguas milicias provinciales y urbanas dieron paso durante el Trienio Liberal a la Milicia Nacional, ocupada del orden y la seguridad interna. Cuando ésta fue suprimida, resurgieron en la segunda mitad de siglo diversos tipos de milicias regionales, como migueletes y miñones en Vascongadas, los somatenes y mozos de escuadra catalanes o las milicias canarias.
En 1844, aparece la Guardia Civil, cuya organización fue encomendada al general Francisco Javier de Girón y Ezpeleta, duque de Ahumada. Un decreto como documento fundacional, formalizó el nuevo cuerpo, atribuyéndole la seguridad pública y la protección de personas y propiedades dentro y fuera de las poblaciones. Contaba con unos efectivos crecientes, reclutados de forma selectiva.
Las notas mas características que diferenciaron a la Guardia Civil de otros institutos armados, fue la dispersión de sus efectivos, el asentamiento en casas-cuarteles (mitad casas de vecinos, mitad cuartel militar) y la instrucción metódica de sus miembros.
2.3. La Armada
Tras la derrota de Trafalgar, la Armada española cayó en una profunda postración. Se planteó durante el Trienio reactivar la marina de guerra siguiendo el modelo británico, elaborándose la ley orgánica de la armada, consolidando el almirantazgo, y el ingreso por oposición como guardia marina. Con Isabel II, la situación de la Armada mejoró.
Pero la guerra hispano norteamericana liquidó en la práctica la Marina de Guerra española.
En cuanto a la organización territorial, había tres departamentos marítimos: Cádiz, Ferrol y Cartagena, con sus treinta y dos comandancias marítimas junto a las dos coloniales de Cuba y Filipinas. Como órgano consultivo contaba el Estado Mayor de la Armada.