3.1. Godos y romanos. Demografía y fusión étnica
La sociedad visigoda se formó sobre una mayoría de población hispanorromana (unos 9 millones de habitantes) y una minoría visigoda (unos 250.000), lo que les obligó a convivir con costumbres distintas y diferentes religiones, ya que el pueblo hispanorromano era oficialmente cristiano, y los visigodos no lo fueron hasta la conversión del rey Recaredo en el siglo VI. En el proceso de fusión étnica con los hispanorromanos algunos reyes como Alarico propiciaron una política de signo integrador cuyo principal problema fueron las diferencias religiosas entre el arrianiosmo y el catolicismo. Esto implica la prohibición de matrimonios mixtos, de ritos religiosos, de enterramientos diferentes y de diferente legislación hasta la derogación de estas prohibiciones por Leovigildo.
Aquellos dos pueblos de godos y romanos confluyen en una única colectividad hispanogoda persistiendo en cambio el sector diferencial, étnico y religioso de los judíos.
3.2. Estructura social
La gran mayoría de la población hispanogoda vivió en el campo y con menor importancia en los núcleos urbanos. Alguna ciudad floreció excepcionalmente como fue el caso de Toledo, sede regia y metrópoli eclesiástica.
A) La Aristocracia
En el nivel superior incluimos a la nobleza hispanogoda producto de la fusión de los senatores territoriales hispanorromanos y de la nobleza goda de señores y magnates. Dentro de esta nobleza de sangre destaca la familia de los Balthos, siendo de ella de donde se elegía la mayoría de los veces a los reyes. Junto con la nobleza hay que incluir a los altos funcionarios, los terratenientes y alto clero. Con la consolidación política, la nobleza se transformó en una aristocracia tanto territorial como de servicio. El pertenecer a esta clase social reconocía una serie de beneficios como la exención del tormento físico como medio de prueba, y Ervigio estableció un procedimiento especial para juzgar a los funcionarios palatinos (incluyendo los denominados gardingos, miembros del séquito o comitiva, guardia personal del rey) que hubieran sido acusados de alta traición. La organización administrativa del reino de Toledo originó la creación de una oligarquía palatina en los servicios centrales, mientras altos dignatarios militares quedaban al frente de diversos territorios. Del estamento dirigente formaron parte también los obispos y otras destacadas personalidades eclesiásticas. Los magnates cortesanos formaban parte de la comitiva del monarca (comitatus) y formaban también parte de la misma los gardingos (jóvenes que eran educados en el propio palacio y que luego aparecen como beneficiarios de tierras concedidas en estipendio. Estos gardingos y magnates eran conocidos como "fieles al rey" siendo llamados leudes. Con ellos, los comites o condes que rigen los diversos distritos, constituyen una comitiva regia que incrementa su patrimonio mediante beneficios del monarca. Los propios nobles cuentan con clientelas de hombres libres que viven con el magnate y reciben de él las armas (sayones).
B) El pueblo libre
En este grupo (el más numeroso) se incluyen los simples libres económicamente independientes de la ciudad y el campo. Estaba integrado por restos de la Curia romana, pequeños propietarios, artesanos, industriales, mercaderes, etc.
Dentro del grupo destacan por sus características propias todos aquellos simples libres (los iuniores) dependientes económicamente de un señor y que en algunos supuestos están unidos a él por lazos de encomendación (relación de clientela de orden jurídico-privado), generándose una situación de semilibertad. Dentro de la encomendación hay que distinguir la personal de la territorial, en que un simple libre se somete al patrocinio de un señor que le proporciona tierras para trabajarlas, y se pone bajo su protección a cambio de determinados servicios. Dentro de los encomendados se distinguen los bucelarios (mercenarios), cuyo servicio consistía en acudir armados al campo de batalla. Esta relación de patrocinio o encomendación solía transmitirse de padres a hijos, si bien la podían romper devolviendo al dueño lo recibido de él (tierras, armas, etc) así como la mitad de lo adquirido durante la etapa de dependencia.
C) Los siervos
Los esclavos alcanzan su condición por nacimiento, prisión de guerra o la comisión de determinados delitos; la situación de servidumbre fue precaria, pues eran objeto y no sujeto de derecho. Hay varios tipos de servidumbre: los siervos del rey llegan a incorporarse a palacio a administrar posesiones del monarca, e incluso poder testimoniar en juicio junto con un hombre libre y poseer sus propios esclavos. En muy distinta situación se encuentran los servi inferiores dedicados a duros trabajos en el mundo rural aunque esos quehaceres les mantuvo alejados del control de los dueños. También tienen una situación ventajosa los siervos eclesiásticos (intermedios entre los dos anteriores) que trabajaron en los latifundios de la Iglesia, llegando a manejar a veces gran cantidad de fondos y a la obtención de una manumisión relativa. Las fugas de esclavos se dieron con notable frecuencia llegando a ser un verdadero problema. Casi en la desaparición del reino de Toledo, una ley de Egica del 702 aludía al creciente vicio de la fuga. La mayor parte huía para establecerse en otro lugar como trabajadores libres o arrendatarios.
La Iglesia admitió la esclavitud como hecho social que garantizaba un determinado esquema de propiedad y de producción. Muchas veces era más dificultoso lograr la liberación de esclavos eclesiásticos que de esclavos laicos.