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La Unión Europea es la última concreción de la secular utopía de la unidad europea. Su naturaleza es tan compleja como su estructura y los elementos y tendencias presentes en su seno pueden llegar a parecer incluso contradictorios. Y es que en ella se dan cita elementos heterogéneos de carácter político, económico, jurídico o social.

Para la comprensión de la Unión Europea y de las Comunidades Europeas, de sus objetivos, de sus competencias, de sus Instituciones y órganos, de sus políticas, no se puede perder de vista su carácter histórico, evolutivo. Se trata, de un proceso iniciado formalmente en la segunda mitad del siglo XX, sus raíces se hunden en la Historia, especialmente la de comienzos de esa centuria. A esta dimensión temporal, es necesario añadir la territorial, pues si originariamente el proceso lo desencadenó el núcleo geográfico de Europa, la onda expansiva fue progresivamente abarcando a casi todos los países de Europa. La última y mayor ampliación de 2004 no será la postrera: el Consejo Europeo de Bruselas de 16-17 de diciembre de 2004 aprobó la adhesión de Bulgaria y Rumanía en 2007, y en 2013 está prevista la incorporación de Croacia. La polémica suscitada por la apertura de negociaciones con Turquía está obligando a Europa, a la Unión Europea, a preguntarse por su propia identidad, que en este punto es tanto como decir sus límites.

El proceso de integración europea responde al intento de superación del Estado soberano en cuanto organización política única que desde el Tratato de Westfalia hasta el final de la II Guerra Mundial no había conseguido encauzar pacíficamente las relaciones entre los pueblos de Europa. La reflexión había comenzado incluso antes, con especial intensidad en el período de entreguerras con la proliferación de movimientos federalistas europeos que, si bien apenas tuvieron incidencia en la realidad internacional, sí proporcionaron las bases teóricas sobre las que surgirían los proyectos de organizaciones europeas cuando la coyuntura internacional se reveló adecuada. Los instrumentos tradicionales a través de los cuales los Estados encauzan sus relaciones internacionales se habían manifestado insuficientes e ineficaces, pues partían del principio del respeto total de la soberanía de los Estados. La terrible situación europea posterior a la II Guerra Mundial exigía nuevas soluciones que pasaban por la creació0n de organizaciones internacionales que asumieran cesiones de soberanía de los Estados miembros. Las organizaciones internacionales tradicionales reflejan en la especialización de sus fines y de sus estructuras internas que fueron concebidas para facilitar tanto la resolución colectiva de conflictos como la cooperación entre los Gobiernos nacionales, con lo que contribuían a sostener y mantener, en lugar de trascender, el preexistente sistema de Estados. Lo que caracteriza a la coyuntura nacional e internacional posterior a la II Guerra Mundial es el surgimiento gradual de organizaciones e instituciones en el ámbito europeo, que debido a su especialización, se encaminan a la resolución de conflictos y a la cooperación económica sobre bases no territoriales.

Esta superación de los Estados nacionales se dio en denominar "supranacionalidad". La tensión entre las estructuras y elementos supranacionales, por un lado, y los Estados y sus intereses es inherente al proceso de integración europea y determinan su constitución y su originalidad. La dialéctica constructiva supranacionalidad v. intergubernamentalidad es una constante estructural de la Unión Europea.

La perspectiva histórica es imprescindible para tener en cuenta que no hay nada inevitable en el proceso de integración europea. Los obstáculos a los que dicho proceso se ha enfrentado y superado han condicionado la idiosincrasia propia de lo que hoy día es la UE. No incurramos en el frecuente error de analizar o estudiar la Historia desde el presente: que éste sea el resultado de aquélla no puede ocultar las múltiples encrucijadas decisivas en las que la construcción europea se ha encontrado y cuya salida no era evidente en su concreto momento histórico. La UE que hoy conocemos no es la única que podía haber sido. Es pues, necesario adoptar esta perspectiva histórica para comprender los retos, los peligros y las alternativas que se han presentado y que, evidentemente, se presentan y se presentarán en el proceso de integración europea.

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