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Para la hermenéutica (o arte de la interpretación), el sujeto y el objeto de conocimiento, antes de ser tales, son dos seres que existen realmente y que se relacionan entre sí inmersos en un mundo de tradiciones y modos culturales que ambos comparten.

Este reconocimiento de la anterioridad existencial de lo que son las cosas respecto del modo en que son conocidas no remite de lleno a las distinciones establecidas entre plano ontológico y plano epistemológico:

  • El plano ontológico hace referencia, en este contexto hermenéutico, a la pregunta por la comprensión (pues saber lo que son las cosas es lo mismo que comprenderlas).
  • El plano epistemológico hace referencia, siempre en este contexto hermenéutico, a la pregunta por la explicación (pues saber si y cómo podemos conocer lo que son las cosas es explicar lo que son éstas).

Según la hermenéutica para comprender es necesario explicar y, a la inversa, para explicar nos hace falta previamente comprender de algún modo: en terminología hermenéutica, pre-comprender. Comprensión y explicación constituyen, pues, los dos momentos inescindibles y recíprocos del saber hermenéutico. Luego la hermenéutica no es sólo una epistemología: y no lo es porque recupera el momento ontológico. Un momento que, recordemos, habían rechazado tanto los positivistas como los partidarios de la racionalidad práctica en clave procedimentalista (Rawls, Habermas).

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