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En el Dominado, el princeps se convierte en dominus y los ciudadanos (cives) en súbditos (subditi), de un poder absoluto y omnímodo. Con ello se retorna a los modos de Monarquía primitiva, después del régimen democrático de la República y de la transición que representa el Principado.

Las nuevas formas de gobierno se implantan en una época de crisis producida por la quiebra de la primitiva economía agrícola, y su sustitución por latifundios, y por el exasperante sistema de impuestos con contribuciones y requisas extraordinarias (annona).

Progresivamente, desaparece la romanidad a pesar de los esfuerzos y medidas de los emperadores desde Diocleciano hasta Justiniano. Es vencida por civilizaciones menores o derrotada por las invasiones de los pueblos bárbaros.

Este largo proceso de crisis y disolución puede dividirse en tres fases:

  1. la fase del Imperio único (del 285 al 395 d.C.)
  2. la fase del Imperio doble (del 395 al 527 d.C.)
  3. la fase justinianea (del 527 al 565 d.C.).

Diocleciano, consiguió restaurar un orden duradero. Reorganiza el ejército para rechazar los ataques a las fronteras e intenta atajar la inflación con un famoso edicto de tasas y precios. Diocleciano, con su edictum de rerum venalium, estableció precios máximos en los artículos de primera necesidad, servicios y transportes. Introduce también importantes reformas en la administración imperial, que configura como una pirámide jerárquica en cuyo vértice está el Emperador. Los officia palatina son los órganos de la administración central: el quaestor sacri palatii, o ministro de justicia; el magister officiorum, encargado de los funcionarios provinciales; el comes sacrarum largitationum, y el comes rerum privatarum, encargados de las finanzas públicas y del patrimonio imperial; los magistri militum o mandos militares.

Para reorganizar el vasto territorio, Diocleciano crea la llamada tetrarquía: divide el Imperio en dos partes. Oriental y Occidental, con cuatro prefecturas (Oriente, Iliria, Italia y las Galias), que a su vez se dividen en diócesis y éstas en provincias. Sin embargo, estas medidas no resuelven el problema sucesorio y a la muerte de Diocleciano luchan de nuevo los pretendientes.

La victoria de Constantino sobre Majencio en el puente Milvio hace que se unifique de nuevo el Imperio. Constantino dicta el famoso edicto de Milán, que confirma la tolerancia hacia la religión cristiana, que después se convierte en la religión oficial del Imperio. La disgregación del Imperio se consumará definitivamente cuando en el año 395 d.C. el Emperador Teodosio I divide la parte oriental, de la occidental.

El Imperio de Occidente sufre sucesivas invasiones bárbaras hasta su definitiva caída, en el año 476, en que Odoacro depone al último Emperador Rómulo Augusto. Las leyes romanas siguen vigentes entre los visigodos que invaden el sur de Francia y España: el Código de Eurico, el Breviario o Lex Romana Visigothorum de Alarico continúan la tradición legislativa del Bajo Imperio.

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