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El predominio sobre el poder político lleva a un acusado influjo del "ordenacismo" en todos los ámbitos. A ello se une la presión y sucesivas invasiones de los pueblos bárbaros y su introducción en el ejército romano, que lleva a sus filas elementos extraños y hostiles a la civilización clásica. Los germanos que se introducen en el ejército son elementos hostiles y también los son los orientales y los árabes nómadas del desierto. De África y Oriente viene un nuevo sistema de combate basado en los arqueros y la caballería.

En el año 212 d.C. Antonino Caracalla concede la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio. Con ello termina el predominio del civis romanus, que se convierte en súbdito cuando el Emperador adopta el despotismo de los monarcas orientales. Septimio Severo se titula dominus. Entiende Arangio Ruiz que la amplia concesión de la ciudadanía romana a soldados y licenciados facilitó la difusión de un nuevo tipo de ciudadano romano de una variada procedencia étnica y por ello incapaces de comprender el espíritu de la civilización clásica. Existía además una gran diferencia de clases entre los honestiores, senadores, caballeros y decuriones que tienen el poder y la riqueza y los humiliores, plebeyos o desposeídos. A estos se les aplican las penas más graves y se le asignan los trabajos más humillantes. Para la defensa de éstos se crea en el siglo IV el defensor civitatis o plebis que se transforma en un cargo de policía.

Heliogábalo nombra senadores a numerosos bárbaros e introduce ritos y ceremonias orientales. La pérdida del espíritu político del romano se basa en un profundo descreimiento en los antiguos dioses romanos y su sustitución por mitos orientales, como el culto de Mitra o del Dios Sol.

Cuando los emperadores elegidos por el Senado, Pupieno y Balbino son asesinados, se abre un largo período de crisis política y de anarquía (del año 239 hasta el 284). Veintidos emperadores se suceden durante el medio siglo de crisis. Un transitorio período de paz logra Aureliano, general ilírico que aparece en las monedas con los títulos de dominus et deus, y que se rodea del fasto y boato de las monarquías orientales.

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