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En España, al igual que en la UE, rige un sistema de economía de mercado, esto es, un sistema basado en la libre competencia.

Ese planteamiento económico no ha existido siempre. Bajo el antiguo régimen, el acceso al ejercicio del comercio y además la artesanía estaba rígidamente reglamentado, al igual que los precios y las calidades de los productos, que eran impuestos y controlados por los propios gremios.

La idea de que cualquiera puede operar en el mercado, como industrial o como comerciante, se hizo realidad tras el triunfo del liberalismo con la Revolución francesa.

El hecho es que hoy se considera, al menos en los países desarrollados, que la economía de mercado basada en la libre competencia es el sistema más eficiente para la asignación de los recursos y, consecuentemente el que sirve mejor para el aprovechamiento de tales recursos y para impulsar el desarrollo económico.

Un sistema de economía de mercado basado en la libre competencia implica en primer lugar el libre acceso al mercado de quienes quieran operar en él, es decir, que no debe haber barreras que impidan la aparición de nuevas empresas dedicadas a una actividad determinada.

En segundo lugar, y supuesta la existencia de una pluralidad de operadores económicos en el mercado, la libre competencia exige que todos ellos estén sujetos a las mismas reglas y actúen independientemente entre sí, tratando de esforzarse en captar a la clientela por las ventajas inherentes a las prestaciones que ofrecen.

El empresario tiene que esforzarse continuamente en hacer ofertas mejores o cuando menos equiparables a las de sus competidores, porque si no lo hace, si no consigue hacer ofertas suficientemente atractivas, perderá la clientela, pudiendo llegar incluso a desaparecer la empresa.

Naturalmente, las ventajas inherentes a las diversas ofertas de los competidores no se refieren exclusivamente al precio, sino que pueden resultar de otros muchos factores como son la calidad de los materiales, la calidad del acabado, la tecnología incorporada, la presentación de los productos, el diseño, la financiación, la publicidad, la garantía, el servicio post-venta, etc.

Es pues, importante considerar que también la desaparición de las empresas es elemento fundamental del sistema competitivo. Sirve para destinar los recursos de la empresa que desaparece a actividades más rentables.

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